Esta virtuosa de Detroit, es una rara avis por partida doble: toca el violín en un estilo musical en el que muy pocos lo hacen y es una mujer en un mundo en el que los instrumentos están reservados para los hombres.

De niña prodigio -se puso ante un piano a los dos años y empuñó su primer violín a los cuatro- a referencia en las agendas de los músicos más prestigiosos y dispares: ha trabajado tanto con la diva del R & B moderno Lauryn Hill como con Aretha Franklin, la lady soul más popular de la historia. «Cuando estaba en el conservatorio comencé a introducir matices de jazz. Entonces, mis profesores me dijeron que estaba loca, que iba a arruinar mi carrera, que no había ningún violinista de jazz, pero naturalmente yo sabía que no era así», recuerda Carter.

Y es que esta estadounidense ha conseguido hacer de la clásica y del jazz, junto con otro muchos retales, una estructura orgánica y un matrimonio simbiótico. «Cuando
uso el violín tengo que tener mucho cuidado con las canciones que elijo. La gente siempre dice que la música tiene que casar con las características del instrumento.El violín se asocia siempre a la clásica, pero yo busco otra cosa.
Por eso tengo que ir con cuidado
», argumenta esta artista, que ha compartido escenario tanto con Dolly Parton como con Herbie Hancock -sorprendentemente
destaca a Billy Joel.

Se atreve con todo tipo de palos. Aborda tanto piezas clásicas de Maurice Ravel y Claude Debussy, como del maestro de las bandas sonoras Ennio Morricone o de Astor Piazzolla, el Duke Ellington argentino que llevó los tangos a un terreno más jazzístico. «La verdad es que este álbum fue un encargo. Cuando me llega un tema, lo escucho meses y meses para encontrar todas las posibilidades. Cuando esa canción me habla realmente, siempre encuentro la forma de adaptarla al proyecto», explica Carter.

A la violinista le ha costado mucho llegar al estatus del que ahora disfruta. De hecho, se ganó el respeto en los a menudo herméticos círculos de jazz gracias a un espectáculo sobre la esclavitud firmado por el renombrado y polémico Wynton
Marsalis, con el que comparte la reverencia hacia el funk -de hecho ella ha bebido de fuentes marcianas como las de Parliament y de otras más pop como la escudería de Motown. «Fue un largo tour y yo sólo tocaba durante una tercera parte
del espectáculo, pero me abrió muchas puertas. Es muy difícil salir adelante en el jazz siendo una mujer porque estás siempre en la carretera, de gira. Las cantantes de pop o las de la época dorada del nothern soul ganaban tanto dinero que podían incluso alquilar un bus para su familia. Todo es más difícil para la gente del jazz».



Fuente : www.zonadejazz.com">

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