Emiliana de Zubeldía nació en Navarra, en 1888 y murió en Méjico en 1987. Con 15 años, partió a Madrid para realizar pruebas de acceso al Conservatorio. El 26 de septiembre de 1906 ingresó finalmente al Conservatorio de Música y Declamación de Madrid, con sobresaliente.

A sus 17 años, Emiliana se fue a Paris y se inscribió en el histórico edificio de la Schola Cantorum de esa importante urbe, bajo la dirección del Vincent d’Indy. Por la Schola desfilaron las más grandes figuras del mundo musical: Albert Roussel, Erik Satie, Isaac Albeniz, Deodato de Severac, Magnard, Vierne, Koechlin, Turina, Messiaen, Milhaud.

Emiliana, reconocía haber tenido los mejores maestros del mundo de esa época y humildemente decía: “Sin ellos no hubiera sido… bueno, yo no soy una maravilla, de ninguna manera, pero hubiera sido una bruta. Debo decirlo, yo les debo todo a ellos. Me tuvieron paciencia. Por supuesto que yo también era una caprichosa y amiga de hacer mis ideas, y me enseñaron a respetar las otras… y las respeto”. En la Schola Cantorum completó su formación musical con el estudio del órgano, violín, el canto, la dirección coral y orquestal. Comenzó a realizar sus primeras composiciones: un cuaderno de melodías españolas y vascas, otro de armonizaciones de melodías populares japonesas, piezas para violoncello y piano.

El París que vivió Emiliana en los años veinte recogía ya los frutos del movimiento innovador de la primera década. Había muerto Debussy, pero Ravel y Stravinski continuaban produciendo conciertos, óperas y obras para los Ballets Rusos de Diaghilev, a los que se unió Emiliana como pianista de ensayos.

En 1927 ofreció un concierto de música española con la primera soprano del Teatro Real de Madrid, Pepita Sanz. Comenzó a dar conciertos por Bélgica, Suiza, Alemania, Italia e Inglaterra.

Después de París se fue a vivir a Rio de janeiro , Sao Paulo y Montevideo. En Uruguay nació su afición por los poetas latinoamericanos. Allí conoció a Luis de la Maza, espléndido guitarrista y entusiasta intérprete de la obra musical de la pianista vasca. Para él compuso Emiliana, en abril de ese mismo año, un Capricho basko, para guitarra sola, a ritmo de zortziko. Entabló amistad con los más importantes poetas de América como Alfonso Reyes (1889-1959), embajador de México en Argentina, de quien musicalizó para voz y piano La amenaza de la flor, lo mismo con Carlos López Rocha, poeta argentino. Rosario Sansores y Gabriela Mistral conquistaron su afecto a través de sus poemas. La mistral le proporcionó poesías infantiles inéditas para una Berceuse, La manca y el Papagayo.

En 1930, se fue a Nueva York y se alojó en el Club de la American Women Association (AWA Club) que albergaba a 10,000 mujeres activas en los E.U., muchas de ellas extranjeras. Su registro se hizo bajo el nombre de Miss Emiliana de Zubeldía y a partir de entonces Emiliana sería para todos “MISS ZUBELDIA” .
En Nueva York conoció a Augusto Novaro (México 1891-1960), investigador infatigable de los principios acústicos que, a su juicio, debían constituir la base científica del arte musical, de la armonía clásica, de la afinación y sonoridad de los instrumentos musicales. Su tesis partía de la premisa de que no existía en la música occidental una base satisfactoria y seria para formar los acordes. Emiliana quedó impresionada por la facilidad con que el maestro explicaba aquella tremenda complejidad de “sencilleces” aglomeradas en su teoría, y se dedicó en cuerpo y alma a estudiarla a partir de ese momento. Antes de finalizar un año ya había armonizado una serie de danzas vascas a dos pianos aplicando la “Teoría de Novaro”. Tras varios viajes por otros paises se instaló definitivamente en México con la familia del Maestro Novaro.

Un accidente automovilístico provocó en Emiliana de Zubeldía una lesión que debió afectar algunos nervios o ligamentos y le dejaron secuelas en un brazo y un dedo . Este hecho no le impidió seguir creando y tocando.

En 1939 muere su hermana Eladia y Emiliana compuso la sinfonía Elegíaca a su memoria estrenándose en agosto de 1956 por la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional Autónoma de México bajo la dirección del maestro José Vázquez, obteniendo el Premio Nacional de Composición del año.

En el año de 1963 el Doctor Moisés Canale, rector de la Universidad de Sonora, galardona a Emiliana de Zubeldía al cumplir 15 años de docencia en la Institución.


Emiliana de Zubeldía fue una mujer disciplinada que luchó por sus ideales en una época difícil y logró destacar obteniendo reconocimientos tanto nacionales como internacionales con una basta herencia musical, pero la herencia más importante de Emiliana de Zubeldía, la poseen los millares de discípulos que recibieron, a través de sus lecciones de música el influjo de su espíritu indomable, vigoroso, tenaz en la búsqueda de verdades y valores eternos; de su fe en el trabajo, el esfuerzo, el crecimiento personal y la generosidad; de su amor a la humanidad, a la naturaleza universal y, muy particularmente, a la música, su inseparable compañera.

Fuente y más información www.emilianadezubeldia.com


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